jueves, 10 de abril de 2008

El pensamiento y dios

El hombre se destruye desde su propio afán de dar sentido a su existencia.
La concepción de la figura de dios ha sido criticada por cientos de individuos a lo largo de la historia de la humanidad. Si es que fue creado por los sujetos en su afán de dar respuesta a lo que no pueden de forma lógica. Cuando no se podía explicar el proceso de la lluvia se le atribuía a una divinidad que no se podía ver y por tanto no tenia porque dar explicaciones de lo que hacia, simplemente se daba el lujo de hacerlo. Así lo aceptaba, alguien o algo lo provocaba, pero como no podíamos encontrar esa respuesta solo la magnificábamos para no dar mayores detalles de lo inexplicable.
Ciertamente el ser humano dará respuesta a muchas cosas conforme logre avances científicos, pero en la misma inmensidad de la existencia considero imposible la explicación del todo en el infinito. Sencillamente porque no sabemos hasta donde se extiende la materia. Cada día se descubren nuevas constelaciones, universos, sistemas solares, y sigue palpable la posibilidad de la existencia de seres con vida similar a la nuestra, orgánicamente hablando.
No me declaro atea porque mentiría al hacerlo. Más no me restrinjo a pensar que la divinidad esta definida en las concepciones que las tradiciones nos han enseñado. Para muchas personas el no hacer una declaración sobre el rechazo de la existencia de dios es una tibieza. Al justificarnos desde el argumento de que creemos en algo más no en quienes lo sustentan en este mundo parece una falta de carácter ante una postura. Sin embargo considero que no existe ser que no crea en algo superior, que en algún momento de su vida no haya denotado algo inexplicable que le atribuye a ese ente misterioso y todo poderoso.
Si bien existe, y es tan inmensa su obra, entonces somos sólo una micro partícula a la cual es difícil ponerle una atención superior a la de las demás que forman su “trabajo”. Es aquí donde toma relevancia esta frase “Tenemos la capacidad infinita del pensamiento”. Si todo tiene una razón quizá esta sea la que nos permite explicar para que nos hayan dotado de tal capacidad, para construirnos a nosotros mismos a partir de esto.
Pero el ser humano, en su mayoría, no se atreve a pensar y aceptar que somos la consecuencia de nosotros mismos. No somos marionetas de un ser supremo que no tiene nada que hacer y se la pasa con su mega maqueta llamada tierra. Nada sucede porque dios así lo quiso, ni es la voluntad de dios. Es verdad que hay una explicación lógica para todo, puesto que una seria de eventos desembocara en algo más. A pesar de no tener un conocimiento previo, existen. Los accidentes ocurren porque alguien cometió un error y desafortunadamente es otro, que no tiene relación alguna, quien recibe las consecuencias.
Dios ha sido de igual forma la razón para que muchos mueran, no porque él así lo desee, si no porque quienes lo evocan son viles y viven tras la bandera de algo que no les pertenece.
Las guerras santas son las peores matanzas del hombre, aunque siguen enmarcándose en la causa más justa de la humanidad, “el nombre de dios”. Por desgracias esto para muchos representa lo bueno de la existencia misma, el símbolo de la justicia. Estamos encerrados en un pensamiento dicotómico, y siempre se busca la tendencia a la polarización. Nada se enmarca en dos lados solamente, por mas minúscula que parezca la tercera dimensión esta presente.
Nunca hay buenos o malos, simplemente diferentes intereses detrás.
Una historia de muerte, destrucción, desterrados, desolación, incertidumbre. Eso es lo que hay en el conflicto entre palestinos e israelíes. ¿A quien le importa quien conserva la tierra santa?, a los que quieren administrar un potencial económico y sobre todo simbólico del lugar. Y este es todo el meollo del asunto. La razón por la que cientos de personas se odian y sus líderes manipulan desde la idea de que su religión es mejor que la otra y por tanto deben conservar un pedazo de tierra. Todo sin preocuparles cuantos mueran, puesto que las bases no las conforman ellos mismos o sus familias, si no gente que pone en la fe todo lo que tiene.
Se ha envilecido una imagen que debería ser reconfortadora. Ahora nadie cree en valores para la convivencia humana. Se resaltan las diferencias para la confrontación y no el respeto para el conocimiento y el aprendizaje desde el otro. Despreciamos lo que no conocemos porque pone en tela de juicio lo que pretendemos ser desde la tradición. Olvidamos que la evolución no significa destrucción si no transformación y mejoramiento.
Siempre se busca la hegemonía de las ideas, y la tolerancia de queda de lado. Pero es imposible que de la efervescencia salga un consenso indiscutible.
Así pasa en todos los procesos de la humanidad, pero es más reprochable que se tome el estandarte a dios para causas que sólo conciernen al hombre. Y en resumidas cuentas todo en esta vida sólo le concierne al ser humano.
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